Reseña crítica: Tras seis felices meses de matrimonio, Tony y Carlotta (Robert Young y Constance Cummings) deciden tirar la casa por la ventana en una fiesta sin fin y sin límites. Tras seis meses de haber estrenado su memorable opus BRIDE OF FRANKENSTEIN (La Novia de Frankenstein-1935), el prestigioso realizador James Whale se vuelca por primera vez al subgénero denominado "whodunit" (contracción de la frase "¿quién lo hizo?", pregunta que se hace todo aficionado ante el misterio de un crimen y varios sospechosos de los cuales solo uno es el responsable). Fiel a su estilo, el realizador inglés tampoco se pondrá límites en cuanto a excentricidad y sutilezas. Así es como, en los primeros dos rollos, la trama nos lleva de la mansión de Vic y Bette (George Meeker y Sally Eilers) al palacio del soltero Billy (Monroe Owsley), luego a la mansión de Jake y Penny (Reginald Denny y Louise Henry) y, finalmente, al restaurant "Faronea's" donde, tras litros de alcohol, culminan la velada. En una breve secuencia se nos presenta el resto de los sospechosos: el dueño griego del restaurant (Gregory Ratoff) y sus secuaces, el chofer francés Baptiste (Jack La Rue) y un robusto matón (Dewey Robinson), que planean secuestrar a Vic y mantenerlo cautivo en el sótano. A todo esto, el odioso Vic ha invertido cada secuencia en mostrarse antipático para con todos sus amigos, incluyendo su propia esposa cuando la sorprende conversando en el jardín con su chofer particular (Robert Armstrong) a quien, en un arrebato de celos, despide. Al otro día en casa de Vic, Tony y Carlotta se despiertan (en sus camas separadas, claro está) y tras afrontar una resaca galopante con las bromas del caso y, fundamentalmente, con un aperitivo, se pasman al descubrir el previsible cadáver de Vic, desnudo en una cama. ¿Qué pasó durante la noche? El alcohol ha borrado todo recuerdo y solo quedan neblinosas impresiones que no conducen sino a la confusión... y hay un cadáver entre manos. Tony prefiere telefonear a su amigo el fiscal de distrito (Edward Arnold) que, permanentemente acompañado de su "Watson" (Edward Brophy), se aboca full time a resolver el enigma sin involucrar a la prensa ni mayores escándalos. A partir de ese momento, una intriga estará seguida de otra y cada personaje aportará nuevas pistas hasta que el fiscal convoca a un famoso especialista (Gustav Von Seyffertitz) que procede a hipnotizar a cada sospechoso para que revelen los hechos olvidados de la noche del crimen. Terminada cada una de las sesiones, el personaje anuncia: "El asesino está en esta habitación" y antes que pueda pronunciar su nombre... ¡un balazo a través de la ventana lo liquida junto a su revelación! Habrá más; Tony y Carlotta se infiltran en el sótano de Faronea (con Carlotta afirmando: "me siento como la Novia de Frankenstein") y son capturados por el siniestro griego; poco después, siguiendo la pista del sospechoso chofer, encuentran su reciente cadáver y cuando acuden a entrevistar a la madre cieguita del occiso (Rafaela Ottiano, en memorable aparición), resulta no ser del todo ciega. El desenlace, con revelaciones sorpresivas y algunos disparos, aumentan el termómetro de la tensión. La profusión del director por asignar primeros planos a un Edward Arnold frenético en busca de la verdad propician un clímax convencional pero al menos digno. Lo que importa, a diferencia de muchos otros ejemplos del género, no es el desenlace sino el desarrollo. En cada recodo del argumento tenemos las intervenciones del mayordomo de Tony, el inefable Phelps (Arthur Treacher), que aportan un necesario y delicioso "comic-relief" compartido con el brutal Edward Brophy. El molde fue el por entonces sensacional matrimonio de investigadores dipsómanos Nick y Nora Charles. Si bien Robert Young y Constance Cummings ofrecen un registro completamente diferente al de William Powell y Myrna Loy, no se puede negar la química entre ambos. Y claro, estando James Whale al timón, la trama no podía relajarse en plantillas preexistentes. Así que entre constantes primeros y primerísimos primeros planos del elenco protagónico y también de los secundarios, circulan estimulantes característicos como E.E. Clive (como fotógrafo del forense) o la voluminosa irlandesa Kate Price (como típica cocinera de la casa). Hay algo de bajada de línea social en esas parejas de ricachones viviendo en casas decoradas según el último grito de las vanguardias y haciendo lo que se les canta la regalada gana sin atender ninguna autoridad policial o cuestiones básicas de seguridad (en una escena notable, Tony conduce ebrio su Bugatti junto a su esposa y una pareja amiga huyendo de dos policías motorizados y cruzando las vías cuando está por pasar el ferrocarril). Sin embargo la mencionada secuencia de hipnosis implicará una auténtica intermisión fantástica que asegurará interés a todo persistente aficionado al género que se anime a su visionado. [Cinefania.com]
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