Reseña crítica: Debido a la larga ausencia de Holmes en el desarrollo de la trama, la adaptación de esta famosa novela de Conan Doyle marca un desafío para su paso a la pantalla: ¿Podrán Watson y Sir Henry sostener el interés narrativo por si mismo? Recurso utilizado varias veces - Holmes se ausenta para investigar por su cuenta, dejando fuera del relato no solo a su biógrafo sino al lector o espectador - en el film surge dubitativa la inquietud: ¿será cinematográficamente satisfactorio suprimir al protagonista del film durante más de la mitad del metraje? Tras la climática persecución y muerte del anciano Sir Charles (Ian MacLaren), el forense de turno (Lionel Pape) toma declaración a los amigos y servidumbre del occiso. El Dr. Mortimer (Lionel Atwill en rol de sospechoso #1) explica que la causa fue, "positiva y enfáticamente", un ataque cardíaco, callando el detalle de la temida y espeluznante maldición del famoso "mastín de los Baskerville", un can que ha estado persiguiendo y liquidando a todos los ancestros de Sir Charles desde la época del vicioso y abusivo Sir Hugo. Cerrado el caso, Mortimer marcha a Londres para entrevistarse con Sherlock Holmes (Rathbone, imprimiendo su paso a la inmortalidad sherlockiana) a quien explica la tenebrosa historia de Sir Hugo (Ralph Forbes, en flashback), que secuestra a una doncella vecina y recibe su castigo merced a las fauces del mentado animal. El temor de Mortimer es que el heredero que viene del Canadá, el joven Sir Henry (un joven y veinteañero Richard Greene), pueda estar en peligro de muerte, así que encarga a Holmes que vele por la seguridad del muchacho. Junto a su campechano y bien predispuesto Dr. Watson (Nigel Bruce), Holmes viaja a Dartmoor, donde tiene asiento la mansión Baskerville. El páramo neblinoso es hogar no solo de aullidos apenas audibles sino de luces que parpadean en la lejanía y varios misterios que Holmes se pone a investigar argumentando "unos asuntos urgentes que atender en Londres". La citada ausencia será, por ende, fachada para que Holmes se oculte en la comarca. En tanto, Watson vigila al sospechoso casero Barryman (John Carradine) que por la noche hace señales a través de la ventana, asiste a una sesión espiritista llevada a cabo por la Sra. Mortimer (Beryl Mercer) y se percata del flamante enamoramiento de Sir Henry con su vecina Beryl Stapleton (Wendy Barrie). ¿Llegará a tiempo Holmes para descubrir quién está detrás de la funesta maldición y salvar la vida de Sir Henry? Tras numerosos Sherlocks en el cine inglés (Robert Rendel, Raymond Massey y, fundamentalmente, Arthur Wontner), en el cine alemán (Hans Albers) y en el cine norteamericano (Clive Brook y Reginald Owen), Fox pareció pretender aportar una visión definitiva del inmortal sabueso de Baker 221B. Para ello, además de regar el generoso presupuesto en contratar un exquisito reparto de intérpretes mayormente británicos y construir impresionantes decorados urbanos o bien de los tétricos páramos de Devon, optó - a diferencia de los anteriores Sherlocks mencionados - por ambientar la historia en la propia época victoriana que Conan Doyle imaginó la trama original. El director Sidney Lanfield acierta en la tensa secuencia de la persecución y ataque del mastín a Sir Henry pero sufre de un desenlace anticlimático y no muy lúcido. Además demuestra una poco inteligente distribución de los decorados que le permitió, por ejemplo, ofrecer la monumental reconstrucción de un muelle (secuencia a fin de cuentas innecesaria) frente al somero y apresurado flashback en que se presenta la leyenda del mastín y Sir Hugo. Por su parte, Rathbone está digno, decidido y hasta influencial; algunos suponen que sobreactuado, pero siendo Holmes un maestro de la caracterización y el "camouflage", es perfectamente lógico que viva interpretando su personaje como si fuera un actor frustrado. Nigel Bruce logra un Watson campechano y enérgico; ya habrá tiempo para dejar su aire simplón e imprimirle ese carácter bobalicón de algunos títulos de la futura saga de Universal sobre Holmes. Los puristas difícilmente puedan quejarse de esa sutil pero poco climática sesión espiritista (no presente en el libro) ya que habría sido bienvenida por el propio Conan Doyle aunque para asistir a una versión más satisfactoriamente adaptada, en que se manifieste con más claridad la carga genealógica y hereditaria de "la maldición de los Baskerville", el espectador deba aguardar dos décadas a que Terence Fisher fabrique la suya, encargado por la Hammer. [Cinefania.com]
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