Reseña crítica: El profético relato de Ray Bradbury "La Pradera" sirve al ingenioso realizador soviético como comodín para insertar un auténtico collage que, a pesar de no complementarse narrativamente en un todo, coptará velozmente la complicidad de todo aficionado bradburiano o amante de la ciencia-ficción clásica. De "El Dragón" (de "Remedio para Melancólicos") surgen dos caballeros con armadura medieval que deambulan por un bosque hasta que un ensorcededor bramido que se va a acercando los convence de tenerse que enfrentar a un auténtico dragón. Pero se trata de una metálica, moderna y letal locomotora que barre con los paladines. Este breve episodio nos presenta a un anciano (Giorgi Gegechkori) que pasa a rendir tributo a la tumba de su hijo fallecido. Esto nos lleva a "El Marciano" (de "Crónicas Marcianas"), principal contrapunto narrativo del film que irá desenvolviéndose con la pena del matrimonio senil y su añoranza de ese adolescente fallecido y su sorprendente aparición con vida e integrándose al núcleo familiar, con el escepticismo del padre y la ciega confianza de la madre. Y también aparece el matrimonio Stone (Yury Belyayev y Nelli Pshyonnaya), que también se inquietan ante ruidos de rugidos pero estos no provienen de ningún riel ferroviario sino de "la nursery", una amplia habitación de la casa que oficia de cuarto de juegos para los niños. La estancia consiste en cuatro paredes cubiertas por proyecciones fílmicas de escenas de paisajes pintorescos de diferentes partes del mundo. Sin embargo, inexplicablemente, se queda atascada en la sabana africana, poblada por fieras salvajes y especialmente una manada de leones que mira con ansias al maduro matrimonio. ¿Hay que alarmarse por estas supuestamente inofensivas imágenes o por el exterior de la casa, surcado por patrullas de cuarentena que se dedican a recoger individuos y conducirlos a una especie de fosa común? A pesar que Bradbury es un escritor más identificado con la ciencia-ficción, la realización cinematográfica hace pie en el aspecto horrorífico de los relatos, subrayando las sombras no solo de la ominosa casa sino de los propios protagonistas. No hay, reiteramos, un ensamble perfecto entre los diferentes episodios y eso priva de la armonía narrativa que tienen los grandes films del género, pero hay valiosas secuencias aisladas obtenidas en base a iluminación y ambientación sugerente. La magia bradburiana está ahí, con la bajada de línea a los adelantos tecnológicos que otorgan confort y también retrogradan a la etapa primitiva y bestial y, por el contrario, la candidez y el idealismo que tiende también al desastre. [Cinefania.com]
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