Reseña crítica: Un grupo de académicos está discutiendo sobre la existencia del Mal. Un profesor comienza a narrar historias de drogadictos y trata de encontrar un factor común a través de esos actos depravados. La película entonces se convierte en una serie de toscas viñetas en las que el sexo, sus desviaciones y las drogas tienen un protagonismo exclusivo. Estas secuencias, por ahora en blanco y negro, nos preparan para la aparición de Zé Do Caixão, el demonio más siniestro del Brasil, que ha sido visto en varias películas y cuyo creador, José Mojica Marins, también está sentado a la mesa del debate (aportando brevemente sus opiniones). El profesor explica como consiguió cuatro voluntarios para ser inyectados con LSD, siendo sus sensaciones observadas y anotadas durante el experimento. Una vez que inyecta la sustancia (en verdad, un placebo), la película se torna en colores y Zé Do Caixão, en todo su esplendor, comienza con sus discursos explícitos, a amenazar el delirio de estos cuatro personajes. Poblada de autorreferencias, la película tiene ideas brillantes en su planteamiento, pero deficientes en su puesta en práctica. Algunas secuencias impresentables, con drogadictos haciendo sus menesteres, contrastan con las altas cuotas de surrealismo de los momentos oníricos (que se hacen esperar y llegan luego de la primer hora de metraje). Por encima sus deficiencias, el filme cumple con creces la misión de brindar una atmósfera de sordidez y oscurantismo en torno al mundo de las drogas, elevando a Zé ya no como personaje siniestro o protagonista de historietas, sino como una especie de cargo de consciencia del ser humano, una figura del inconsciente colectivo con la que se identifica todo aquello que la hipocresía o los tabúes de la sociedad impiden su percepción. [Cinefania.com]
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