Reseña crítica: Una novelita pulp de Sherwood King sirve a Orson Welles como base para un thriller de misterio sobre un castigado aventurero irlandés, Mike O'Hara (Orson), seducido por una sugestiva mujer fatal, Elsa (Rita Hayworth, de magnético cabello rubio), esposa del exitoso abogado penalista Bannister (Everett Sloane), durante un crucero de placer por el Caribe (a bordo del "Zaca", en la vida real, yate de Errol Flynn). El complejo triángulo se torna en poliedro nefasto con la presencia del socio de Bannister, el insano Grisby (Glenn Anders, en inolvidable interpretación). El "mayordomo" de turno (Ted de Corsia), entretanto, resulta ser un detective contratado por Bannister para vigilar a su esposa y obtener evidencia para un potencial divorcio. Desde luego la llama de la pasión no tardará en desatarse en O'Hara (su voz preside, como en los mejores noir, la angustiosa evolución de la tragedia), cuya atracción por Elsa no puede evitar por más titánica resistencia que oponga. Tras algunos atisbos del tablero, Grisby propone a O'Hara darle $5 mil a cambio de "asesinarlo", o fingir su asesinato para que el calculador abogado escape de su supuesta esposa a una isla paradisíaca donde desaparecer. Para O'Hara significa la posibilidad de huir con Elsa, pero... ¿qué planes tienen realmente Elsa y Bannister? Las complicaciones no de un mero asesinato fraguado sino de dos y bien reales, llevan al cándido protagonista al banquillo de los acusados como candidato certero a la cámara de gas. ¿Y quién más indicado para defenderlo que el propio Bannister, cuya foja de servicios no presenta un solo caso perdido? ¿O será éste el primero? Más allá de los incontables puntos de atención sobre lo puramente cinematográfico y visual, con la obsesión del Welles director por el detalle técnico a través de un tour-de-force de fotografía y montaje, el Welles guionista desenvuelve una trama magnética y cuyo interés aumenta en forma de espiral hasta el famoso desenlace en el salón de los espejos con un tiroteo que hoy es parte grande de la historia del Cine. Hay secuencias de Welles llevando a cabo acción física - incluyendo una bien coreografiada pelea contra un policía en la oficina del juez -, una memorable secuencia de Rita Hayworth entonando una balada mientras está boca arriba en la cubierta del velero y una serie de expresivos primerísimos planos que generan constante impresión (repulsión en el caso de Glenn Anders o fascinación en el caso de Rita). La escena del juicio, con chascarrillos del juez, un insólito autointerrogatorio por parte de Bannister y una ancianita (la diminuta Tiny Jones) que se la pasa haciendo comentarios en voz alta, es una especie de delicioso desacato al juicio oral y al sistema legal todo. La pregunta que queda para la polémica es si una obra literaria menor y decididamente del montón puede ser base de un gran film. La leyenda dice que Welles estaba al teléfono con el mandamás de Columbia, don Cohn, y en aras de adelantarle el título del supuesto proyecto que tenía en manos observó en un escaparate adyacente la tapa de una edición de bolsillo de Sherwood King y, a pesar de no haberlo siquiera leído, con la mención del título ya obtuvo luz verde por parte del empresario. La historia demostró que el estudio ya había adquirido los derechos de la novela para utilizarlo en la serie del Silbador para encargarle al realizador William Castle (que terminó siendo coproductor de Welles en la empresa). La respuesta a nuestro interrogante tal vez tenga que ver no con tales precedentes sino con la urgencia de Welles por cubrir el divorcio de su esposa Rita Hayworth con quien había tenido una hija. Con lo cual el imperio de las necesidades, a veces, es un fenomenal motor artístico. [Cinefania.com]
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