Reseña crítica: En 1969 tuvo lugar en Buenos Aires un sórdido incidente conocido como "La Guerra del Cerdo". Del mismo solo quedó, como vestigio, el diario de uno de los protagonistas. A pesar que en la narración preliminar de la película se hace esta mención, durante el metraje no hay ningún diario (salvo los que vende un viejo canillita que luego es molido a golpes por una turba). La película se inicia con una cola de jubilados que aguarda su cobro, lo que ya pone un filtro interesante al potencial espectador: si el mismo no es argentino o no está familiarizado con tal país, el concepto de "cola de jubilados" le parecerá una imagen de ciencia-ficción ucrónica; un acto de violencia moral, psicológica y física contra el ser humano en la ancianidad, que es la segunda etapa de su vida de más indefensión (siendo la primera la infancia). La "Guerra del Cerdo" consiste en un movimiento de jóvenes iracundos que, guiados por conceptos e ideales, recorren las calles por las noches, torturando o matando ancianos, quienes por su estado pasivo, son considerados "cerdos": personas que no aportan ningún beneficio para la sociedad, sino que son cargas, despojos que hay que eliminar. Ante esta premisa, uno puede oponer el preconcepto de que ancianidad equivale a sabiduría, experiencia, sensatez, madurez... sin embargo, ninguno de los ancianos del filme tiene alguna de esas virtudes. El protagonista de esta historia, Don Isidoro (un soberbio José Slavin), es un hombre maduro que está en la llamada "zona gris": hace rato que no es joven, pero tampoco es viejo. Su postura ante los hechos que presencia es de pasividad, de paciencia, y de comprensión, especialmente porque su hijo (Víctor Laplace) es integrante de la camarilla juvenil. Sin embargo, Don Isidoro nunca llega a tomar un rol activo, no aspira a organizar alguna defensa, ni siquiera hacer una denuncia a la policía... Nada. Sus amigos, los "muchachos" del café, algunos más viejos que otros, observan hechos de violencia y comparten el miedo de ser las próximas víctimas, pero no dejan de reunirse para jugar al truco y tomarse una cañita. Ninguno de ellos hace nada para defenderse, y cuando uno a uno, van muriendo, siendo atacados, o secuestrados, los que quedan tratan de pasar desapercibidos para no atraer la atención y posterior ira de los jóvenes. Estos elementos, tomados de la novela "Diario de la Guerra del Cerdo", de Adolfo Bioy Casares, están bien postulados en la película. De hecho, los mejores diálogos son aquellos que se reproducen textuales del libro: "Los jóvenes nos atacan porque tienen miedo del viejo que llevan dentro," dice en un momento Don Isidoro. Sin embargo, la impresión global es que la película se queda a mitad de camino. Que pudiendo ser una obra maestra, o al menos una película memorable, se conforma con plantear algunos puntos básicos de la historia, como si esto bastara para que funcione el "duende" de Bioy. Que contando con un reparto de lujo, y un plantel artístico impecable (Beatriz Guido en el guión, el Gato Barbieri en la música), la sumatoria de las partes individuales no da el total esperado. Que pareciera que en vez de pulir su diamante en bruto, Torre Nilsson hubiera querido sacárselo de encima, lo más rápido posible.
NOTA: Durante la película se ven fragmentos del cortometraje EL GRITO POSTRERO (1960) de Dino Minitti. [Cinefania.com]
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