DVD:
1.
The Innocents 20th Century Fox Home Entertainment (06/09/2005)
Reseña crítica: En esta versión del cuento de Henry James "The Turn of the Screw", una institutriz llamada Miss Giddens (Deborah Kerr) es contratada por un hombre de negocios (Michael Redgrave) para encargarse de sus dos hijos, a quienes sus múltiples ocupaciones le impiden no solo cuidarlos sino también hasta verlos. Aislados en una remota mansión, una niña encantadora (Pamela Franklin) vive junto a una bondadosa ama de llaves (Meg Jenkins). Poco después llega el hermanito (Martin Stephens), que ha sido expulsado de la escuela a la que asistía. Los motivos que aduce el director son que el chico es "una influencia corrupta", sin embargo Miss Giddens no puede dar crédito a tales afirmaciones, dado que el chico parece un ser tan angelical como su hermana. A partir de ese momento, lo que es apacible y edénico, comienza a tomar visos de monstruosidad. En el principio la gobernanta se ve intrigada porque los niños dicen conversar con lo que en principio pueden ser los típicos amigos invisibles que acompañan toda niñez. Sin embargo, ella misma comienza a ver las apariciones, al principio de manera difusa, pero luego mucho más claramente a través de una ventana. Miss Giddens describe estos seres etéreos al ama de llaves y esta afirma que concuerdan con las descripciones de la anterior gobernanta, Miss Jessel (Clytie Jessop) y las del jardinero (Peter Wyngarde), ambos fallecidos de manera trágica. "Los niños se habían encariñado mucho con ellos" refiere la ama de llaves. ¿Será posible que los niños estén viendo los fantasmas de los muertos? La trama se complica con la revelación sobre la relación entre ambos personajes, que estaban unidos por sadomasoquismo, tortura psicológica y otras finuras. Las causas de sus fallecimientos no tienden a tranquilizar la escena: el jardinero, luego de una caída en una noche de alcohol, y la amante a causa de suicidio. Para peor, puede ser que los niños hayan presenciado algunos actos aberrantes de la siniestra pareja… Miss Giddens no cree en la idea de los fantasmas. A medida que pasan los días, la conducta de los niños va cambiando. Sus modales, sus dichos, se tornan inconcebibles para sus tiernas edades. El niño, particularmente, comienza a dirigirse de manera impertinente hacia Miss Giddens. Esto refuerza su creencia de que los espíritus del jardinero y la anterior institutriz intentan reencarnarse en los pobres inocentes. Para ella, la única posibilidad de salvación es obligarlos a afrontar la verdad: que el jardinero y Miss Jessel están muertos. Sin embargo, la puesta en práctica de esta intención prueba ser desastrosa para la salud mental de la niña. La situación se pone tensa y la trama aún expone otras posibilidades. Puede ser que no sean fantasmas ni entes desencarnados que tratan de poseer a los niños; tampoco la expresión de la "corrupción" que mana del niño, sino tan solo la proyección de las represiones sexuales de la propia Miss Giddens, que sigue virgen a sus 30 años y que ha dejado de lado su vida personal y sus emociones para tomar ese trabajo. En cualquier caso, la resolución del misterio llega a cotas impensables para la época (y en las que, a través de diálogo y situación, se nota la mano literaria del polémico Truman Capote, aquí uno de los guionistas). Como si todo esto no fuera suficientemente sustancioso, la película goza de una fotografía y un clima soberbio, especialmente los momentos en que la protagonista ve las apariciones. El único punto débil está en el desarrollo de personaje, con el abrupto convencimiento de Giddens sobre la maldad de los niños, sin que las causas que la llevan a tal conclusión estén bien planteadas. Es un pequeño lunar, ya que el suspenso crece minuto a minuto de manera paulatina, y el rumbo no puede ser otro que un final horrorífico, no tanto por lo que se ve, sino por las implicancias de lo que no se ve. Y este climax, de lleno en el reino de lo ambigüo y la sugestión, constituye uno de los puntos cenitales del cine de terror de los años '60. [Cinefania.com]
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