Reseña crítica: 1870: el resultado de un naufragio (el efecto, más o menos un galeón de fósforos atrapado en un lavabo, está filmado con suficiente valentía como para animarnos a tomarlo en serio) son dos supervivientes que llegan a la playa de una extraña isla perdida. Mientras estos dos personajes, el Capitán (Henry Garcia) y el Sr. Fallon (el protagonista y productor del filme, Russ Harvey), exploran la isla, el Conde De Sade (William McNulty) recibe la espantosa visita de un espíritu que le somete a diversos horrores: la embestida de una cobra, un murciélago y de una araña gigante que se descuelga del techo. Entre estos dos cuadros, pasan casi 20 minutos de metraje, a veces intensamente "dialogados" (es decir, muchas charlas que no dicen nada) o bien con los personajes pensando u observando los decorados que les rodean mientras una voz en off (del director Pat Boyette) expresa quien sabe qué horrores abismales. Atrapados por una especie de nativo mezcla de indio pampa y cosaco que resulta ser un lacayo del castillo (Maurice Harris), el Capitán y Fallon despiertan en una habitación donde son alertados por la misteriosa Cassandra (Helen Logan): el Conde no tolerará ningún comentario durante la cena. Lo primero que hace Fallon al ser presentado al Conde es agradecerle su hospitalidad, lo que genera una reacción iracunda del perturbado Conde. Fiel al estilo charlado del guión, Fallon conversará durante toda la velada ante un impávido Conde apoltronado en su sillón. Tras algunas escenas de torturas (contra el pobre Capitán, por cierto víctima de quemaduras, laceraciones y estiramiento de huesos), Cassandra entra en confianza con Fallon y revela que "la Condesa no está muerta sino que está cautiva en el sótano". El guión obliga a los personajes a expresar sus conceptos a lo largo de diálogos interminables (perdón por reiterarlo, pero esto dará una idea del equilibrio entre diálogo vs. acción). Después de 64 minutos de "tortura", llega la esperada secuencia de acción, una lucha a muerte entre el lacayo y el Capitán. Durante el enfrentamiento, que dura un escaso minuto, hay otro diálogo enunciativo al que ahora la película nos tiene acostumbrados. Esto nos hace terminar de deducir que semejante recurso debe ser otro tipo de tortura, no tan física como las herramientas que amueblan el "dungeon of horror"… Esta baratija filmada en ámbitos rurales de San Antonio, Texas, con mejor desenlace que desarrollo, representó un excelente ejemplo del tipo de cine independiente de presupuesto nulo que se hizo lejos del profesionalismo de Hollywood durante la época. Interesará a arqueólogos fílmicos y buscadores de desconocidos títulos de culto. [Cinefania.com]
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