Reseña crítica: Los años ochenta y noventa fueron décadas curiosas del cine. Con incontables veteranos de la pantalla alejados de las grandes ligas y ansiosos por filmar, los directores independientes pudieron cumplir sueños de pibe y contar en sus producciones a figuras impensables. Aldo Ray, John Carradine, José Ferrer, Ray Milland, Cameron Mitchell... todos disponibles y, moderado cheque de por medio, solícitos para trabajar en lo que sea, ya que eso también les permitía vivir (y no nos referimos puntualmente a lo material). ALIEN OUTLAW, una rareza de cortas aspiraciones, involucró al astro del western clase B, Lash LaRue pero también a dos figuras de menor rango, Sunset Carson y el ignoto Wild Bill Cody (no confundir ni con Bill Cody, ni con Bill Cody Jr. y menos con William “Buffalo Bill” Cody). El argumento versa sobre el delirante y nunca bien explicado ataque de tres alienígenas con rostro calavérico, gafas ahumadas, cables de oxígeno y porte marcial que matan a balazos y gozando a sus víctimas con esa pirueta manual que consiste en dar vueltas el arma con el dedo en el gatillo como eje. Desde el vamos, con una escena de cinco o siete minutos de charla entre un joven potencial víctima y su novia en paños menores, sabemos que la cosa no podrá ser muy seria. Tras incontables minutos de Sunset Carson charlando con la virtual protagonista del film, la diminuta pero sugestiva Kari Anderson, asistimos a las primeras muertes del film, un joven vacacionista y una chica que deambulaba por ahí. Cuando la criatura persigue a un granjero obesito y Lash queda fuera de combate, Kari se ajusta la cartuchera a la cintura y ata el cordel a su pierna para salir a galope tendido rumbo a la granja donde los buenos están por ser triturados por estos seres. Con casi hora y media metraje, compuesto en su mayor medida por charlas entre los diversos protagonistas, algunos pasos de comedia –que incluyen a Kari derribando una puerta de motel a balazos para encontrar a su joven pareja junto a una escort– los eventuales tiroteos no alcanzan para equilibrar el sopor. A pesar de dos o tres buenas escenas con los monstruos emergiendo o volviendo al lago, el film termina generando risas a destiempo, ora con las ajustadas mallas de la protagonista ora con el siseo de Lash (vaya a saber si causado por alguna dentadura postiza floja). Para colmo, pobre viejo, no se le permite disparar y ni hablar de utilizar el látigo. Todo lo resolverá Kari con un balazo certero y a plena luz del día. Una cosa de locos. [Cinefania.com]
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