CERRO GUANACO (1960)

Dirigida por:
José Ramón Luna
Protagonizada por:
Francisco De Paula
Jorge Lanza
Margarita Palacios
Floren Delbene
Raúl Del Valle
Estudios: Allpa-Achalay (Prod.) Allpa (Distr.)
País: Argentina
Estreno: 18 de Febrero de 1960
Duración: 94'
Género: Fantasia

Reseña crítica:  Las pintorescas danzas y costumbres de la chaya (el carnaval catamarqueño) y los constantes apuntes guitarrísticos del maestro Eduardo Falú son valioso sustento para CERRO GUANACO, un film que nos presenta su componente fantástico licuefaccionado entre la alegoría y el simbolismo de sus personajes, una estampita arqueológica de época que no puede soslayarse de esta antolog??a de weird gaucho.  
  El relato se inicia con la llegada e incorporación de la joven Elvira al grupo de arrieros comandado por la legendaria Margarita Palacios que, en plena época de carnaval, cruza la provincia de Catamarca en un viaje que, salvando todas las posibles distancias conceptuales, será ciertamente iniciático. De ahí en adelante, las vidalas y las zambas harán las delicias de cualquier amante del repertorio del folklore norteño argentino, ensalzado por algunas ornamentadas danzas y las máscaras y atuendos de los lugareños. Uno de los enmascarados (Jorge Lanza) trata de seducir a varios personajes. Primero a Elvira, quien lo rechaza justo a tiempo gracias a las campanas de la iglesia. Más tarde, con un vasito de vino de por medio, embauca a dos o tres personajes, a uno de los cuales, fiel amigo de Lindor (Francisco De Paula), lo conduce a la muerte. Bigotito fino, peinado a la gomina, semblante donjuanesco propio de un porteño, es una clara personificación del Diablo. Una vez reconocida la amenaza, Lindor pone en guardia a los demás y, tras un par de forcejeos y tiros, el entuerto se resuelve para bien. Y como todo termina bien, hay que cantar, y la despedida estará ensalzada por la aparición del personaje de Floren Delbene, ausente marido de la Palacios durante gran parte del metraje.  
  Poeta, escritor y guionista, José Ramón Luna debuta como director y apunta el timón a la épica bucólica. Con rodaje íntegro en exteriores nos muestra una Catamarca de rica postal turística. Los duendes calchaquíes, el Pujllay, “que muere con el carnaval el martes a media noche” y el Chiqui, “urdidor de males”, están presentes de manera figurada y eso agrega un valor para el arqueólogo fílmico o el amante de la cultura catamarqueña. En lo cinematográfico hay muy poco para rescatar, salvo la fluidez del relato (que por superficial que sea, no se hace moroso ni aburrido) y la sinceridad de la mayoría de las actuaciones. El acento de los intérpretes, la candidez de los personajes que caen víctimas del Diablo y las constantes apoyaturas musicales sirven para aliviar el hecho que todo sea excusa para un bonito repertorio musical. En consonancia con tal premisa, no podemos dejar de mencionarlo: “Mi Negra” vidala de Margarita Palacios, “Vidala de Pujllay” de Falú y Luna, “El Arria” canción de Ángel Palacios, “Catamarca” zamba de Manuel Acosta Villafañe y Luna, “Mis Gustos” vidala de Enrique Ocampo y Luna, “El Gauchito” danza de Acosta Villafañe y la “Danza de las Cintas” de Ángel y Eudoro Palacios. [Cinefania.com]
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