GHOST RIDERS (1987)

Títulos en español:
- ASESINOS DEL TIEMPO (España)

Dirigida por:
Alan Stewart
Protagonizada por:
Bill Shaw
Jim Peters
Ricky Long
Cari Powell
Mike Ammons
Estudios: Alan L. Stewart Productions (Prod.) Prism (Distr.)
País: EE.UU.
Estreno: 19 de Abril de 1988
Duración: 85'
Género: Terror

Títulos alternativos:
- CAVALIERI DELLA CITTÀ PERDUTA, I (Italia)

Reseña:  Producción de bajo presupuesto con una paupérrima puesta en escena que roza lo amateur, acompañada de actuaciones abominables. Ni siquiera la impronta fantástica de la trama alcanza para salvarla del naufragio.  
  Al recorrer las antiguas lápidas de unos pistoleros, la trama retrocede cien años cuando una turba se ensaña con el jefe de la banda, Frank Clements (Mike Ammons), a quien pretenden linchar sin mayor demora. El predicador Thadeous Sutton (Bill Shaw) lo acusa de pactar con el mismo diablo para cometer sus fechorías. Tras una violenta balacera, Clements es colgado, no sin antes lanzar una maldición contra Sutton y sus descendientes. De nuevo en tiempos actuales, el tataranieto del predicador, el profesor Jim, se encuentra enfrascado en una investigación histórica que tiene como eje a aquella banda. Aparece su hijo, Hampton, aviador veterano de la guerra de Vietnam que tiene aires de galán maduro y que viste una campera blanca, sin mangas, luciendo un físico esmirriado y nada seductor. Cuando una mesera interesada en historia texana le solicita entrevista con su padre, Hampton acepta especulando un coqueteo en puerta.  
  En tanto, la banda de Clements vuelve a las andadas y asesinan –sin sentido argumental alguno– a dos desconocidos pescadores. Al día siguiente, Jim es sorprendido por una presencia misteriosa que lo hace sobreexclamar asombrado: “??No eres tú, estás muerto!” lo que nos permite deducir, salvo que suframos oligofrenia avanzada, que los muertos regresaron de sus tumbas. Tras un extenso intervalo en que los protagonistas llegan a un lago y se relajan con un baño, los fantasmas liquidan de un balazo al más estúpido del grupo. Hampton se encuentra con su padre, malherido, que advierte que únicamente el arma de fuego del tatarabuelo tiene poder para derrotar a los espectros asesinos. Por no oir su consejo, se pasará media hora de metraje tiroteando a sus adversarios que mueren y resucitan sin pausa, inmunes a las armas modernas. Habrá un nuevo linchamiento y un par de explosiones –como recomiendan los maestros del cine clase B ochentero– hasta que la chica, en una especie de epifanía, alza la antigua arma del predicador y derriba al invulnerable Clements, provocando la automática y literal disolución de sus secuaces. (Mariano Buscaglia) [Cinefania.com]

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