Reseña crítica: Antonio Das Mortes (Maurício do Valle, mezcla de Bud Spencer y Gian Franco Pagliaro) se dedica a un oficio desagradable pero, creemos, muy bien pago: matar cangaceiros (bandidos). Tras haber liquidado al último hace muchos años, es llamado a una apartada localidad del Mato Grosso donde se dice que hay un cangaceiro que amenaza al órden público. Al llegar Das Mortes se enfrenta a un panorama ambigüo: su supuesto empleador, el Coronel Horácio (Joffre Soares) no quiere saber nada con pagar un tipo así. El Dr. Mattos (Hugo Carvana), insólito comisario cuya autoridad es respaldada por el mencionado Coronel, trata de acomodar a Das Mortes al complejo cuadro en que se integran un risueño Profesor (Othon Bastos) y la esposa del Coronel (Odete Lara). El problema está en una panda de carnavalescos campesinos, que se pasan la película danzando al son de una pintoresca percusión, bajo la dirección moral de una "Madre Santa" (Rosa Maria Penna) y un inquieto pregonero (Lorival Pariz) que, supuestamente, sería el peligroso cangaceiro en la mira de Das Mortes. ¿Cumplirá Das Mortes con su oficio, cobrará y se irá a otro pueblo? ¿Logrará el Coronel aplacar la llegada de la Reforma Agraria repartiendo comida de su almacén entre los campesinos? ¿Se descubrirá la relación adúltera entre Mattos y Laura frente al mismo Coronel (que vale aclarar es no vidente)? Estos interrogantes se responden en el discurrir de la trama... Otros, de naturaleza más simbólica, social y política, quedan planteados sin resolución. Es que estamos ante una película del, supuestamente, "más grande cineasta brasileño de todos los tiempos", Glauber Rocha. Pero ante tanta grandeza, proclamada por su inmediato éxito artístico en los mercados de festivales europeos de los '60, hubo otros "maestros" que han explorado temas idénticos y desplegado sus recursos de manera similar o superior. No es difícil reconocer cuanto de Glauber han tomado cineastas tan disímiles como Herzog, Jodorowsky, Pasolini y (yéndonos hacia el Cono Sur) el joven Leonardo Favio. ¿Plantó Glauber semillas, inquietudes estéticas, que germinaron con más perfección formal en estos sucesores? Esa es la impresión que nos genera este auténtico híbrido que por momentos recorre caminos narrativos originales y brillantes y, en otros momentos, cae en abusos y movimientos retrógrados propios del amateur. La idea inicial es un relato folklórico, con personajes arquetípicos que declaman o cantan sus penas en diálogos imposibles y antinaturales, con un rítmico collage de canciones y temas tradicionales que no siempre respaldan con lucidez a las imágenes. En momentos logrados, Glauber propone canalizar la acción como el teatro brechtiano o bien, memorablemente, en tomas dantescas de carnaval y paisajes naturales. Pero constantemente hay interrupciones de esa tónica, con escenas de carreteras e incursiones de Antonio a estaciones de servicio y aparcaderos, donde se pierde el clima previo. El delgado equilibrio entre realismo, naturalismo y poesía queda terminalmente quebrado (o se maximiza, dependiendo del observador) en un "finale" a todo "spaghetti-western". ¿Es lo bastante convincente el mensaje marxista de la historia como para influenciar a Das Mortes para pasarse al bando de los campesinos? ¿Por qué en una película que plantea la lucha revolucionaria del pueblo esclavizado hay un solo personaje negro? ¿Qué tan villano puede ser el Coronel siendo ciego, cornudo y dando limosnas a los campesinos? ¿Qué tan campesinos son los campesinos si nunca se los ve trabajar ni hacer otra cosa que bailar y cantar?
Mención final: para la revulsiva pero inconexa escena de Laura y el Profesor retozando encima del cadáver fresco del Dr. Mattos mientras el sacerdote (un personaje tan mínimamente presentado que recién ahora lo mencionamos) trata de intervenir, no se sabe bien si para separar o para integrarse a los amantes. [Cinefania.com]
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