Reseña crítica: Tras una versión de BARBE BLEUE (Barba Azul-2009), la realizadora Catherine Breillat manipula dos relatos infantiles, "La Bella Durmiente" de Perrault y "La Reina de las Nieves" de Andersen, para convertir la fábula de hadas en una metáfora de significación femenina. Mientras la trama original se enfoca desde la vigilia de los personajes, Breillat invierte el grueso de su relato en narrar las desventuras oníricas de la protagonista. Es que, condenada a dormir por casi un siglo, ¿cuántas cosas pudo haber soñado en semejante tiempo la protagonista? La historia arranca con las hadas trocando la maldición mortal de una cachavachesca anciana (Rosine Favey): la joven princesita no morirá sino que caerá en profundo letargo a los 6 años y despertará 100 años después habiendo crecido solo 10. Puntualmente, a los 6, la simpática Anastasia (Carla Besnaïnou) se pincha y se zambulle en un sueño segmentado en diversas instancias, escenarios, épocas temporales y personajes. Tras escapar de su cautiverio, la niña es adoptada por una familia compuesta por una viuda y su hijo Peter (Kerian Mayan), a quien toma como ideal de varón - protector, gentil y sabio. Pero la Reina de las Nieves se lleva al chico y Anastasia, partiendo en su búsqueda, aborda un tren fantasma; es orientada por un guardaagujas liliputiense y una ama de llaves acondroplásica; se infiltra en el palacio de un matrimonio de niños albinos; es raptada por una panda de gitanos liderada por una atrevida niña; huye nuevamente, montada en un asno, a través de un paraje nevado hasta que, llega su momento de despertar, en virtud de la presencia de un descendiente de aquel Peter, el joven Johan (David Chausse), con quien la Anastasia juvenil (ahora convertida en Julia Artamonov) tendrá que resolver si se atreve o no a entrar en el mundo real, actual, presente. Con el topless inicial de las hadas bañándose en la fuente, queda claro que el film no está apuntado a los niños. Aunque las esbozadas insinuaciones lésbicas entre Anastasia y la Princesa de los Gitanos (Rhizlaine El Cohen) tampoco satisfagan a los adultos en busca de emociones carnales, la tónica del relato será mejor apreciada por el selectivo público del cine arte (justamente LA BELLE ENDORMIE fue una producción televisiva del Canal Arte francés). Dentro de un presupuesto limitado, la realizadora acierta en multiplicar escenarios, vestuarios y climas, dotando su puesta en escena de sofisticación clásica y aura fantástica. Una justa combinación de grotesco, morbo y sensualidad sirve para teñir la historia íntima -y al mismo tiempo universal- del ahogado grito de la niña que quiere asomar a la pubertad y que trata de aplicar su lógica infantil a las nuevas pulsiones que comienza a experimentar. La única música que se escucha está en los títulos de créditos (la Sonata en Do Menor de Giovanni Battista Pescetti), en escenas de bailes (en la corte, en el campamento gitano) o el joven Johan que toca una pieza al piano. Hay un manejo digno del concepto visual y los diálogos reflexivos y sustanciosos sirven como evocación de otra niña famosa que se aventuró más allá del límite de la realidad: la "Alicia" de Lewis Carroll. Sin embargo, como pasa con muchas obras, esta "Bella" exhuda belleza y virtud artística en sus partes pero no consigue armonizar la metáfora en un todo narrativo satisfactorio. [Cinefania.com]
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