Reseña crítica: Una anécdota sobre Mussolini ha pasado a la historia. Consiste en el Duce llamando la atención en medio de una reunión social donde asisten numerosas personalidades y amenazando "si Dios existe, que me muera aquí mismo en el plazo de un minuto". Silencio sepulcral y, por supuesto, al expirar el plazo nadie expira y Mussolini valida su ateismo a través de esa extravagante prueba empírica. Algún día alguien iba a tomar semejante anécdota y llevarla a la pantalla, dando así genial y breve impresión de la personalidad de uno de los políticos fundamentales del siglo XX. Ese alguien resultó ser el director Marco Bellocchio, pero la película no versa sobre Mussolini sino sobre su misteriosa y poco conocida primera esposa, Ida Irene Dalser. Ida conoce a Benito en un mitin socialista donde, en medio del debate por temas tan candentes como triviales, Benito lanza la citada apuesta contra Dios. Su arrogancia y soberbia, en vez de generar rechazo, siembran en Ida una auténtica devoción que tarde o temprano desemboca en amor. Mientras Benito se involucra en manifestaciones, mitines y discusiones, las noticias caen como bombas (que la paz o la guerra, que Sarajevo, que el ingreso de Italia en la contienda, que el alineamiento con Francia contra Alemania) e Ida sella su incondicionalidad vendiendo todas sus pertenencias, inmueble y materiales, y entregando todo su dinero para que su amado pueda financiar la fundación de un periódico. Poco después Ida tiene un bebé al que bautiza Benito Albino Mussolini. Pero a partir de ese momento todo cambia. La guerra y la aparición de una esposa y un hijo previo de Mussolini afecta la vida de la protagonista que es separada de su hijo e internada en un asilo psiquiátrico. A partir de ahí, ya convertido en líder del movimiento que sería el Fascismo (opuesto a su inicial socialismo) y más tarde el Duce, Mussolini sólo aparece en noticiarios y fotografías de prensa. Promediando el metraje aparece un psiquiatra que da el mejor consejo de toda la película. Para recuperar su libertad y a su hijo, teniendo que sacrificar sus justos reclamos, Ida tiene que "actuar". Estando en la Italia de los años '20 se trata de actuar de "ama de casa fascista", tranquila, sumisa y trabajadora. ¿Logrará Ida seguir tal consejo para rearmar su vida y, quien sabe, formar otra familia, todo por salir fuera del manicomio? Para responder tal interrogante, Bellocchio cuenta con una ambientación realmente memorable, decorados, edificios, calles, personajes, hasta transeuntes, todo. También salpimenta con efectos visuales, sobreimpresiones, fragmentos de películas de época, especialmente la emotiva secuencia de THE KID (El Pibe-1921) con Chaplin tratando de recuperar al huerfanito de Jackie Coogan. En el plano actoral se destacan Giovanna Mezzogiorno como Ida y Filippo Timi como Benito Mussolini joven (mucho más acertado que como Benito Albino en la juventud). Bellocchio logra momentos de gran belleza en base a combinar acompañamiento musical grandilocuente con increíbles composiciones visuales, por ejemplo el cuadro de Ida trepada a las rejas del asilo arrojando cartas a la nieve. A pesar de estos logros técnicos y estéticos, el carácter del personaje principal supera a veces toda lógica, arriesgándolo todo en una época sangrienta por lograr el mero reconocimiento enfundada en su amor por un ser monstruoso, amor que degenera en obsesión. La película no incursiona en terrenos potencialmente interesantes: ¿por qué nunca se explaya en su odio hacia el responsable de su infierno? ¿por qué no se afianzó en el estigma de Ida, de no percibir aquello que no quiere ver, por ejemplo, la presencia de una esposa formal y una vida anterior para Mussolini? Supera la tentación de demonizar al Fascismo, pero no asume riesgos en el planteamiento de las zonas oscuras del personaje. Estos detalles, a la postre, también hacen la diferencia entre una buena película y la gran película que pudo ser. [Cinefania.com]
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