Reseña crítica: En el rural Pueblo Chico, la agente de policía Aiello (Agustina Lecouna) se interesa por una muerte de lo más extraña. Junto a su colega, Fidel, encuentran el cadáver de un hombre mayor, el Sr. Ocampo, de rodillas, como si hubiera estado rezando, en medio de un camino de tierra, junto a su pick-up. El detalle es que el cadáver está completamente quemado, como si le hubieran prendido fuego. Tras recolectar algunas pistas, llega al pueblo el otro protagonista de la historia, "el Mago" (el niño Tomás Lizzio), acompañado de Roca, su administrador. El Mago es un precoz taumaturgo que gana la vida tocando con sus dedos viejas fotografías de las que puede percibir cosas del pasado de quienes aparecen en tales fotografías o de los seres queridos interesados en conocer tales detalles. Semejante mancia reviste interés para vecinos del pueblo y, bueno, para capitalizar sus fondos monetarios está el ruin de Roca que debe negociar su permanencia (como es usual) con la propia Aiello. Ni los familiares de la víctima, ni los testigos ni siquiera la forense pueden aportar alguna luz al extraño cadáver. Se habría rotulado como "muerte dudosa" y San Seacabó... pero acaece una segunda muerte, el hermano del occiso, en la misma y misteriosa manera. Esta vez, en cambio, en su propia cama: el cuerpo, completamente carbonizado; las sábanas intactas. Interviene el cura párroco local y el intendente, cada uno con una opinión formada sobre el asunto. ¿Será el accionar de alguna secta religiosa? ¿Habrá alguna epidemia de autocombustiones espontáneas de seres humanos? Sea lo que sea, el asunto adquiere nuevas aristas cuando una mujer y su bebé fallecen carbonizados. Para complicar el cuadro, Aiello se percata que en una fotografía que tomó en la primera escena del crimen, se ve la figura de una Virgen María, junto a un viejo árbol. ¿Será este ícono del Catolicismo responsable de las muertes? Usualmente las apariciones de la Virgen reconocidas por el Vaticano han traido algún tipo de mensaje a sus testigos. En este caso, no hay testigos ni mensaje... con lo cual, ¿será una aparición de la Virgen... o de algún ser del Averno? Un nudo narrativo denso, plagado de giros, desde las perspectivas de varios personajes, sin villanos, sin héroes, solo la sucesión de muertes y el intento de investigación de la protagonista, que debe lidiar con las presiones de los líderes de la aldea así como con las propias dudas del caso. En los primeros minutos de metraje, una toma de la protagonista frente a su camioneta con el horizonte pampeano de fondo (al estilo Cañón de la Muerte de John Ford) nos sirve como ingreso abrupto al mundo del Gran Cine. Un cine cuyos elementos son un argumento de vivo interés que sostiene la película, personajes ambigüos, la paulatina revelación de aquellos hechos del pasado que explican el caso y sobre todo la sugestión como premisa básica del terror. Tambi??n hay un esmero en lo visual a través de colores apagados que, salvo en los flashbacks, dominan a lo largo de todo el metraje. No hay abuso de esos efectos y trucos que el género ha venido explotando en las últimas décadas (por ejemplo, la típica secuencia silenciosa cortada abruptamente por una imagen que se interpone frente a cámara al tiempo que el volumen del audio se eleva al tope). Con lo cual esta SEGUNDA MUERTE es tal vez un satisfactorio vástago de aquellas obras maestras del cine fantástico americano de los años '40, precisamente la serie de Val Lewton para RKO, cuya premisa era justamente la de sugerir el terror en vez de mostrarlo en primer plano. De esta manera, la mente del espectador es la mejor aliada del guionista en la dura faena de lograr la meta a la que aspira todo film de terror: asustar e inquietar al público. [Cinefania.com]
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