Reseña crítica: Un hombre (Francisco Petrone) cruza las calles de la gran ciudad hasta que se topa con una peluquería en la que se está atendiendo un cliente (Carlos Estrada). El extraño ingresa con la mirada fija en el cliente y se acerca sigilosamente. La tensión explota cuando de un golpe, hunde la navaja del barbero en el cuello del cliente, degollándolo. Se trata de los primeros cinco electrizantes minutos de metraje de un thriller policial con transfondo místico, mezcla poco habitual en el cine argentino, que convocan el interés del espectador a través de las secuencias urbanas de la persecución policial a Francisco Petrone. El prófugo ingresa en la finca de un tal Domingo Suárez, un anciano que está preparando un maletín lleno de dinero para emprender un largo viaje. A pesar del cerco policial, Petrone logra escapar, liquidando al anciano y asumiendo su identidad. Tras un largo viaje, llega a un monasterio donde es recibido por los franciscanos. Resulta que el Sr. Suárez planeaba donar el dinero que obtuvo de la póliza por la muerte de su hijo y quedarse ahí para un retiro espiritual. Al asumir esa impostura Petrone debe quedarse en el monasterio y desprenderse de ese "dinero de Dios". Como la armonía y pasividad del lugar amenazan con sacarlo de quicio, se acerca a un hermano (Jorge Sobral), al que narra su propia y desgraciada historia como si fuera la de un amigo. Ahí se inicia un sustancioso flashback que regresa el trámite narrativo al ámbito urbano y donde se explica la aparición de los personajes de Fina Basser y Carlos Estrada, amantes que se hacen pasar por hermanos en apuros para estafar al buenazo de Petrone. El resultado es un digno y competente film de Viñoly Barreto que asume el riesgo de trasladar la acción al ámbito bucólico del monasterio sin perder ritmo o bien de poner en boca de algunos personajes conceptos discursivos del orden teológico y espiritual sin caer en el catequismo cinematográfico. [Cinefania.com]
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